martes, 24 de mayo de 2011

El sueño de Alina Reyes.

Hace años que Alina Reyes no disfruta un feriado. Pero no le importa casi nada. Casi nada de feriados, ni de otras cosas.

Alina Reyes se ríe con atrocidad. Se le salen las jás de la boca con soltura. No tiene miedo ni esas cosas de mortales. Hasta que cae, y cuando cae, agarrate (Cat)Alina, que se nos va el mundo como arena.

Pero es fuerte, es fuerte y solitaria. Tiene las manos gordas, manos que agarran de a mucho. A Alina Reyes le gusta agarrar de a mucho el alma de las cosas. Se ríe sola, de nuevo, atrozmente. Ella sabe que el curso de las cosas no es como las dice, sino como las siente. Hay una dicotomía acerca de eso. Sentir y decir no es el mismo asunto, y le asusta que sean tan antagónicos en su propia persona.

Por eso Alina Reyes guarda mucho. Mucho de lo que siente realmente. Sin embargo, no tiene miedo a los despojos, ni se arrepiente en la lejanía.

Alina Reyes siente cuerdas de guitarra. Y siente aromas y colores en vez de recuerdos. La ciudad natal de Alina Reyes, sabe a jazmín del aire, y tiene color a foto vieja. La ciudad donde se crió, en cambio, es foto ochentosa. Tiene colores flúor, y colitas de pelo al costado. La ciudad donde vivió su infancia usa hombreras y sacos azules francia.

Pero el caso está en la ciudad donde reside. La ciudad grande donde transcurren sus días. Le cuesta encontrar el color ahora. Todo depende del momento, de cada barrio. Es que un sólo barrio de esta ciudad grande, es como el pueblo de Alina Reyes. No logra descifrar todo lo que la habita. Y eso la pierde. Alina Reyes se pierde en esas cosas, y no puede recuperarse rápidamente, cuando se da cuenta de que es la primera vez, que vive en un lugar inabarcable. No le alcanzan sus dedos gordos para agarrar de a mucho, porque aún así le faltan manos.

A veces lo que le pasa, sabe bien. Se siente chiquitita y eso le gusta. Sabe que aquí puede hacer lo que quiera que nadie lo va a notar. Eso le da impunidad. Algo que Alina Reyes no había experimentado antes. Pero hay días en que está sola con su alma, y ahí es donde se asusta.

Se aleja muchas veces de lo que le gusta, por miedo. Por inmenso que es todo, por diverso.

Alina Reyes ríe irónicamente, atroz, salvaje, despechada, sinsentido, nerviosa. Ríe y quiere llorar. Pero se lo aguanta, porque aquí no hay tiempo para ser flojos

.

A Alina Reyes se le caen las hojas de los árboles y no puede evitar que se estrellen contra el suelo. No puede evitar estrellarse ella, tampoco. Todo es inevitable.

Alina Reyes no sabe cuando debe enamorarse. Tiene el alma como sus dedos, que abarcan mucho. A veces siente el vacío. Y a veces, alguien le da la mano y todo parece chico nuevamente, y hay río cerca, y hay camalotes y risa.

Pero despierta y sabe que no sucederá. Y de nuevo cae, tan fácilmente que ya no duele tanto.

Alina Reyes está con ganas de abrirle el alma a la ciudad, y ser la que era antes, en su lugarcito con camalotes.

Ese es sueño que tiene.